Pero el señor Wagner no tenía intención de quedarse parado mucho tiempo, así que pronto puso en marcha un nuevo proyecto en compañía de Danny Cavanagh de Anathema: Lid, que sólo grabaron este trabajo. De la unión de ambos surgió un álbum interesante, que gana a medida que pasa el tiempo. Hay algo en él de los Beatles, de Cream y de Iron Butterfly, pero también de Alice in Chains, Melvins o Temple Of The Dog. Y por supuesto de Trouble y Anathema, que se nota ya desde el comienzo, muy en la línea de «Manic Frustration» y «Plastic Green Head», con uno de esos riffs tan propios de Wagner y un primer minuto que recuerda a los Anathema del «Alternative 4». Incluso encontramos retazos de psicodelia en temas como «Window Pain», que tiene unos últimos minutos enormes.
Con «You Are Here» encontramos uno de los momentos en los que el sonido de Cavanagh está más presente, augurando quizá un poco el nuevo sonido que estaba preparando con su hermano para Anathema. El otro es «For All My Life», más acústica y que incluye una flauta nativa americana. Pero una de las maravillas de este disco es sin duda «Alive». Una pieza de apenas dos minutos, que alterna partes que recuerdan a la cara B del «Abbey Road» con otras absolutamente punk. Una delicia surrealista y muy, muy divertida, donde más palpable vemos la obsesión de Wagner por los sonidos de los 60 y, más concretamente, por el cuarteto de Liverpool. Por si aún no nos habíamos cuenta de esto, Wagner y Cavanagh nos deleitan con un par de versiones: «Randy Scouse Git», de los Monkees, con un Eric excepcional en la voz, y «Don…™t Let Me Down», de los Beatles.
A pesar de ciertos rumores que hubo en su momento sobre la grabación de un segundo trabajo, la banda se disolvió al poco de editar «In The Mushroom» y un año después Anathema sacaron su exitoso «Alternative 4» y Eric Wagner comenzaba a reformar Trouble, aunque no sacarían disco nuevo hasta bastantes años después. Una pena, porque en este disco se vislumbraba un sonido que podía habernos dado grandes trabajos, sobre todo teniendo en cuenta las trayectorias posteriores de Wagner y Cavanagh.
Texto: Juan Manuel Vilches