La historia comienza a principios de 1972, cuando Axel Einarsson, Ómar Óskarsson y Ásgeir Óskarsson deciden formar su propio grupo. Después de unos primeros conciertos por su país que tuvieron poca repercusión, la banda opta por hacer la maleta y viajar hasta Copenhague en busca de un entorno más permeable a su música. Un año en la ciudad tocando en diversos bares les hizo mejorar y decidieron grabar por fin su primer trabajo, del que tan sólo se editaron apenas mil copias. Después de la experiencia fallida en la capital danesa, el trío vuelve a su país, dejando la banda y cada uno de ellos toma un camino diferente: Axel Einarsson grabó un disco en solitario y más tarde tocó con otras bandas hasta que se marchó a Estados Unidos, donde acabó montando un estudio de grabación; Ómar Óskarsson siguió más o menos relacionado con el mundo de la música, pero su actividad principal pasó a ser la reparación de tejados; y Ásgeir Óskarsson fue quien tuvo mayor éxito en la profesión, puesto que desde entonces ha tocado con casi todas las bandas islandesas y hoy en día es uno de baterías más reputados de su país.
El álbum comienza con «Solution», un tema extraño lleno de disonancias y unas aún más extrañas melodías vocales. Un inicio difícil de digerir, pero que denota un trabajo previo en busca de nuevos sonidos más que interesante. En esa línea va a transcurrir gran parte del trabajo, con ciertos altibajos en la interpretación, y donde destacan especialmente la caótica «Nightmare» y la enorme «Jesus Freaks», que supone el momento más inspirado y mejor ejecutado de todo el disco. Pero también dejaron espacio para composiciones más asequibles, como «Wandering Around», o «A Sad Man…™s History», una de esas baladas melancólicas llenas de reverberación, en la que el propio técnico de sonido – Tommy Seebach– tocó el piano.
Icecross es sin duda un trabajo peculiar, con todos los ingredientes de lo que debe ser una primera grabación: actitud, un puñado de destellos de originalidad y un sonido no siempre favorecedor. Sin embargo, el ingenio y la admirable intensidad que demostró el trío en tan poco tiempo es más que suficiente para incluir este disco en cualquier lista de indispensables de los setenta.
Texto: Juan Manuel Vilches