La cola de la entrada hizo que llegáramos cuando hacía un rato que había empezado Cat Power a los que que pillamos interpretando «Cherokee», uno de los temas destacados y el que abre su último trabajo «Sun». La de Atlanta aparecía tras su cancelación en el Primavera Sound y con la incertidumbre de qué tipo de concierto ofrecería. Guardábamos una buena impresión de la última vez que la vimos en directo, pero la Chan Marshall que vimos distó mucho de nuestro recuerdo en la memoria. Ya sea debido por el calor, posible enfermedad que escondían sus toses fuera de micro o resaca, la cantante ofreció un concierto sin ningún tipo de magia, haciendo gala de una apatía impropia de la autora de «The Greatest» a pesar de entonar en cada momento.
No fue precisamente el show de Rufus Wainwright el que levantó los ánimos, que olvidó a su banda y su parte más histriónica para presentar sobriamente al piano y a la guitarra algunos de sus temas conocidos. No logró enganchar a la mayoría del público que por entonces se expresaba a grito pelado incluso cuando el maestro de ceremonias explicaba sus experiencias (musicales) con Jeff Buckley o cuando ofrecía ese infalible temazo que es el «Hallelujah» de Leonard Cohen. En este punto da qué pensar si artistas tan «primaverales» encajan en un festival como el Cruïlla. Quien nos despertó del letargo fue Billy Bragg que, con sus sonidos cercanos al country, nos ofreció un concierto imprescindiblemente refrescante gracias a su contínua interacción con el público. Impresionante steel guitar, inapelables arengas políticas y un par de versiones para el recuerdo: «Dead flowers» de los Stones y «All You Fascists Bound To Lose» de Woody Guthrie.
El mayor solapamiento para mis gustos llegaba a continuación, ¿Suede o Toundra? La cosa estaba clara, nunca había tenido oportunidad de ver a los británicos en directo y esta vez no pensaba perdérmelos. Brett Anderson confirmó que es una de los grandes frontmen de la historia reciente del pop junto a Jarvis Cocker y que se encuentra en un excelente estado de forma a sus 45 años. El grupo, cómo no, repasó la infinidad de éxitos de su carrera como «Beautiful ones», «Animal Nitrate», «Beautiful Ones», junto a «It Starts And Ends With You» y «Hit me», los nuevos singles de su último trabajo «Bloodsports» (el primero en nueve años). Por enfermedad de Simon Gilbert, el batería fue Justin Welch (Elastica) que aunque se perdió en un par de ocasiones hizo un papel más que digno para el tiempo que había tenido para ensayar con el grupo. Finalmente logré escaparme un rato para ver el final de Toundra en la calurosísima carpa esponsorizada por El Periódico para ver qué tal se desenvolvía Macón (Adrift), el nuevo guitarra tras la marcha de Víctor García-Tapia. Los madrileños en su línea, repartieron estopa instrumental post rockera como pocos saben hacer en este país, pero seguramente el escenario no fue el adecuado para un concierto de ese calibre (ni para ningún tipo).
Siguiendo con el producto nacional fuimos a ver a Standstill presentando «Cénit», el espectáculo que han ideado para presentar su nuevo disco «Dentro de la luz». Un trabajo más optimista que los anteriores, del cual solamente había escuchado «Me gusta tanto» (un clásico de su discografía desde el momento que salió). Los de Barcelona se presentaron amparados por una especie de retablos donde se iban proyectando cuadros combinados con el grupo digitalizado en tiempo real, que contrastaban con los haces láser disparados al público. Bonito y de un gusto único todavía en este país, aunque el espectáculo de «Rooom» me emocionó más.
Nuestra segunda jornada del Cruïlla empezó con Selah Sue, cuyo homónimo disco de debut nos sorprendió gratamente. Daba la sensación que se podría repetir la buena sensación que nos dió el concierto de Nneka un año antes en el mismo festival. No llegó a tanto, pero la belga de los ojazos azules acompañada de una banda muy competente (a excepción del batería que nos pareció justito) efectuó un muy buen concierto que al que solo se sobró reverb.
El que se llevó el gato al agua (el negro y el blanco) fue Goran Bregović, que desde la primera nota hizo bailar a todos los presentes en lo que fue la actuación más concurrida del festival (dentro y fuera del escenario). Tras la orgía balcánica nos acercamos a ver a Rokia Traoré cuyo último disco, «Beautiful Africa», está producido por John Parrish. Algunos problemas técnicos que no se solventaron con rapidez hizo que el concierto, al que de por si ya le falto fuerza, no acabara de arrancar. Dejamos atrás a la malinense para ver a los londinenses Morcheeba, a los que no veíamos desde que Daisy Martey se encargaba de las partes vocales. Con Skye Edwards el grupo ha recuperado parte de su cachonda personalidad y no faltaron singles como «Trigger Hippie» o «Rome Wasn’t Built In A Day».
Cambié el concierto de Snoop Dogg por una butifarra con brie mientras Los Mambo Jambo sonaban de fondo y creo que fue la mejor opción, y mientras el californiano versionaba el «Jump Around» de House of Pain nos dirigimos a ver a Trombone Shorty. Aaay cuánto daño ha hecho la serie de «Treme», te dicen que un grupo es de Nueva Orleans y ya te imaginas a unos abuelos disfrazados de indio haciendo el idem. Qué equivocados y qué afortunados fuimos asistiendo al concierto de ese prodigioso animal escénico que es Troy Andrews, lo suyo fue un torbellino de funk rock con una mirada puesta en el pasado (mágica versión del «American woman» de The Guess Who) y sobre todo mucho futuro, que llegó a recordarme (salvando las distancias estilísticas) a grupos de mi generación como Fishbone o Living Colour.
Fotos: Markceröck