Spoon – They Want My Soul (2014)

Britt Daniel y por ende, Spoon, siempre han tenido algo, un nosequé distintivo que les hace muy suyos. Puede que se trate de su habilidad para dejar respirar las canciones, alternando el protagonismo instrumental de forma ordenada, desnudando por momentos la canción, dejándola en los huesos para después rearmarla con maestría. O quizás su encanto resida en la voz de Daniel, la cual parece debatirse entre el lamento y la dulzura de un deje rasgado, difícilmente resistible. La lista de virtudes es extensa y constante, pues todos sus discos tienen algo de ese denominador común que nutre el sonido Spoon. Desde el segundo lustro de los noventa hasta la edición de «Ga Ga Ga Ga Ga» (2007), su obra cumbre, idearon y esculpieron un sonido que transita entre el músculo rock y la melodía pop, entre la psicodelia y el soul, entre hechuras clásicas y experimentación. Una serie de contrapuntos que sustentan el ideario de los tejanos. «Transference» (2010) trajo cambios. En él predominaban amagos de funk artificial y una suerte de pop sofisticado con mucho de Prince. Empezaba a asomar la cabeza además, una gama de ritmos filtrados obra de un Jim Eno que no ha parado de crecer como productor, abarcando mucho más terreno del que su papel tras los parches podría indicar. Ahora, tras un hiato de cuatro (largos) años, llega «They want my soul», un disco que sigue las pautas de su antecesor, acentuando más si cabe cada rasgo.

Abriendo nueva etapa tras su periplo en Merge, los de Austin entregan un largo 100% disfrutable. Empiezan con «Rent I Pay», hit redondo que parece un trasunto del «Street fighting man» de sus satánicas majestades, pero a bajas revoluciones. «Inside Out» tiene algo del Moby que parió «Porcelain», pero también bastante de la eterna «Fresh Feeling», puntal del repertorio de Eels. En «Do You» nos seducen irremisiblemente, con un tarareo azucarado que alegra días. «Knock Knock Knock» es un sentido ejercicio pop, conducido por un loop de batería modulada (la mano de Eno asoma de nuevo). Cerca de cinco minutos por los que no paran de desfilar sonidos y texturas. «I just don’t understand» podría pasar por un viejo blues con toque latino, interesante punto de inflexión en la recta final del disco. «They want my soul» es otro pelotazo que bien podría figurar en cualquiera de sus discos, lo cual dice mucho de lo homogéneo de parte de su cancionero. Y es que, aunque Spoon han evolucionado con los años, su sonido no engaña. Siempre reconocible, sin exabruptos.

Pese a que su radio de actividad crece a medida que sus canciones suman apariciones en series y películas (lo expresivo de su música la hace apropiada para ilustrar momentos en pantalla), su estatus se mantiene impasible, ajeno a cambios repentinos de popularidad. No se pondrán de moda de un día para otro, no son ese tipo de banda, pero a cambio cuentan con una numerosa cuota de fans silenciosos pero fieles. Spoon siguen ahí, manteniendo la magia. Además tienen nuevo disco bajo el brazo. Buenas noticias pues.