Melt-Banana – 3+5 (2024)

Cuando a principios de los 90 me metí en el mundo de Mike Patton, John Zorn y demás derivados, había un nombre que no paraba de repetirse, y ese era Melt-Banana. Grupos coetáneos no paraban de alabar su autenticidad y originalidad gracias a su mezcla de electrónica, grindcore, noise, math, cyberpunk y hardcore digital tocados a una velocidad endiablada.

La banda lleva en activo desde 1992, aunque hacía tiempo que no editaban material nuevo. En 2013 lanzaron «Fetch», su primer trabajo sin batería ni bajo. En 2017 tuve la suerte de verlos en directo en lo que ahora es la Sala Vol de Barcelona. Y este verano por fin llega «3+5«, su noveno trabajo, con menos de media hora de temas nuevos, más experimentales y anfetamínicos que nunca (a destacar «Seeds», «Scar» o «Stopgap»).

La incombustible Yasuko Onuki sigue cantando en inglés a una velocidad que ya quisieran Soul Glo y lanza ritmos de batería con los que Atari Teenage Riot tendrían sueños húmedos. Mientras, el enmascarado Ichiro Agata saca sonidos inimaginables de sus seis cuerdas, inspirándose en videojuegos y la cultura underground japonesa.

Melt-Banana no es un grupo para nada fácil, es extremo pero euforizante, desprendiendo cierta inocencia y muy buen rollo. Su directo es una experiencia religiosa para bailar, descoyuntarse o entrar directamente en trance. Ahora que está tan de moda mezclar punk con electrónica, es de ley reivindicar a esta gente que lleva rompiendo esquemas y tímpanos desde hace más de tres décadas.