Greg Keelor – Share the love (2021)

Los planes para distribuir el disco se paralizaron y el sentido común apuntaba a esperar hasta que todo pasara. Genial, el descanso le iría bien a su tinnitus y las migrañas que le provocan. Pero los caminos de la pandemia son inescrutables, Keelor decidió alquilar durante un par de días una sala en un centro cívico cercano a la granja de Kawartha donde ha vivido los últimos 35 años, juntarse con algunos amigos (entre ellos, Glenn Milchem de Blue Rodeo y Jimmy Bowskill de los Sheepdogs) y grabar algunos de esos temas en directo a modo de promoción.

Escuchando las mezclas se dio cuenta de que lo que había grabado sonaba mucho mejor que lo original. La sensación de comunidad, intimidad y superación que buscaba quedaron plasmadas en esas grabaciones en directo. Y es que Keelor empezó a componer el disco tras romper con la novia con la que llevaba cinco años y además coincidió con la muerte de una amiga cercana a manos del maldito cáncer. Decidió visitar a un amigo de la comunidad cree de Saskatchewan, en su cabaña y rodeado del inigualable paisaje de la bahía, sudó todas las malas vibraciones, fumaron de su pipa y consiguió el consuelo que tanto necesitaba.

«Share the love», que incluye una versión atemporal de Bobby Darin («Me And Mr. Hohner»), se mueve entre el folk, el pop, el bluegrass y el country. Un trabajo de introspección, espiritual y calmado que ahonda en los sentimientos de pérdida y de redención. Un álbum que toma el nombre de un cartel que vio en una radio local, allá le explicaron que estaba dedicado a una vecina recientemente fallecida tras complicaciones en una operación, muy querida en la comunidad por su amabilidad y la atención que prestaba a los demás. Las piezas encajaban, ese sería el nombre del disco y como comprobaría más adelante, el directo, la manera de expresarlo.