FIDLAR – FIDLAR (2013)

Cuando en tus manos cae un álbum como el debut de FIDLAR te ves obligado a romper tu silencio y gritar al mundo “¡Qué buenos son estos tíos!”. Así que, tras escuchar varias veces el susodicho disco, no queda otra cosa que decir: ¡Qué buenos son estos tíos!

FIDLAR es un grupo de garage punk, formado por veinteañeros californianos que llevan la música en los genes (Elvis y Max son los hijos de Greg Kuehn, veterano miembro de la banda punk goth T.S.O.L.), a los que les une la pasión por el skate (su nombre es el acrónimo de “Fuck It Dog, Life’s a Risk”, un mantra callejero que viene a reflejar el poco amor a una vida pegada a las comodidades y el sillón de tu casa), el surf y el rock inmediato de disparos de menos de dos minutos. Han llamado la atención de prensa especializada y hipster a partes iguales (impagable la review que le dedicó a su primer EP la famosa revista Vice en su versión americana, en la que declaran no tener móvil ni trabajo ni una vida decente), y empiezan a sonar como dignos sucesores de la ola californiana que se agotó a principios de siglo, y que ahora intentan recuperar grupos como Wavves. Asi que, ya sabes, sube el volumen a tope, deja tu casco y tus coderas en casa, coge tu tabla y vamos a partirnos la crisma.

El disco de FIDLAR se forma básicamente del material de sus tres EPs anteriores, hilados con unas cuentas piezas de relleno que intentan dar cohesión y coherencia, pero ¿para qué? La gracia del álbum es que carece tanto de lo uno como de lo otro y, sinceramente, tampoco es que lo vayamos buscando, ¿no? Arranca el tsunami con “Cheap Beer”, un disparo en la sien con un riff imparable y un “Pa-papapa-papa-papapa” que te viene a preparar para lo que está por llegar, que es “Stoked and Broke”, una continuación natural de ritmo algo más pausado. En “White on white” cambia el tercio y se prepara el terreno para “No Waves”, el tema más completo a mi gusto de los dieciséis cortes (que levante la mano quien sea capaz de no escucharlo una y otra y otra vez), y el que protagonizó el EP que los puso en el disparadero. Son destacables también las estupendas “Max can’t surf” y “Wake Bake Skate” (esa guitarra machacona en los versos…) sobre un conjunto en el que se alternan las “lentas” (“Gimmie Something”, “Cocaine”) con las de ascendencia más punk (esa “5 to 9″ con ecos de los primeros Blink 182).

Un buen disco que, sin ser redondo, si que te supone un subidón de adrenalina suficiente como para no poder quitártelo de la cabeza en un tiempo.