Dilly Dally – Heaven (2018)

A veces, cuando hablamos de la maldición del segundo disco, no somos conscientes de la magnitud de la presión a la que se puede ver sometida un grupo que ha gozado de un relativo éxito con su debut. Los canadienses Dilly Dally y, especialmente, su cantante Katie Monks estuvieron a punto de arrojar la toalla tras «Sore».

Su primer y gran disco logró poner de acuerdo a la crítica y al público, su cantante tomó las riendas como manager y el grupo tocó hasta la extenuación. Pero una gira de ese calibre es capaz de quemar a los músicos más avenidos. No es de extrañar que Katie Monks decidiera borrar su cuenta de facebook y encerrarse en casa una buena temporada hasta recuperar las energías. Hubiera sido un desperdicio no poder seguir gozando de una banda tan prometedora, pero afortunadamente, como en el vídeo de «I feel free», la cantante decidió desenterrar al resto de la banda cuando estuvo preparada.

«Sore», a pesar de gozar de sus momentos altamente sensibles, era mayoritariamente rabioso en sus letras. «Heaven», en cambio, es un trabajo más luminoso, personal, medicinal y esperanzador. Siguen jugando con los momentos de calma y rabia, con cadencias lentas de doom pop grungesco y la alternancia de voces guturales y angelicales que nos enamoró el primer día, pero es menos brillante que su predecesor. Empiezan fuerte con temazos como «Doom», «I feel free», «Believe in yourself» o «Sober motel» (un tema que trata las adicciones de su bajista), que ya es mucho, pero no emocionan en la parte central hasta llegar a «Bad biology» (tiene que estar contento su otorrino).

No comparto su optimismo y creo que el disco bien merecía otra vuelta de tuerca, pero menos es nada y estoy convencido que el siguiente puede ser mucho mejor. A la espera quedamos, sobre todo de su visita, que ya está tardando demasiado.