El trío fue descubierto por el que años más tarde sería quien dio forma a la carrera de Bruce Springsteen, un tal Mike Appel. De su mano aparecía a finales 1970 un primer disco titulado «Kingdom Come», en el que desarrollaban un rock pesado, muy bluesero, con fuerte influencia de la psicodelia imperante y retazos de folk que se acompañaban de una distorsión sucia y, sobre todo, una voz grave y profunda. A pesar de encontrarse muy presentes las influencias de gente como Cream o Jimi Hendrix, lo cierto es que Sir Lord Baltimore llevaba aquel rock a otros terrenos más densos y duros, lo que los acercaba mucho a lo que por aquellos días estaba ocurriendo en Birmingham de la mano de Black Sabbath, con quienes incluso llegaron a compartir cartel en Fillmore East en 1971.
«Kingdom Come» iba del blues más distorsionado, con temas como «I Got A Woman» o «Hell Hound», hasta el rock más pesado de «Lady On Fire» y «Helium Head (I Got A Love)». La rudeza y el frenesí que marcaban gran parte de este disco ha sido probablemente una de las razones de peso por las que Sir Lord Baltimore siempre ha estado unos cuantos escalones por debajo de otros grandes de los setenta. Sin embargo, a menudo se confunde la intensidad con la falta de definición y este puede ser unos de esos casos, porque estos neoyorkinos sin duda sabían bastante bien lo que se traían entre manos. Otra cosa es que muchos de sus contemporáneos tuvieran una propuesta más asequible.
Un año después de la edición de «Kingdom Come» aparece un segundo trabajo, esta vez titulado de forma homónima, y que contaba con la presencia de un segundo guitarrista, Joey Dambra, hermano de Louis. Había ciertos cambios, muchos de ellos palpables en el inicio que marcaba «Man From Manhattan», un tema casi progresivo de más de diez minutos que rompía con la inmediatez de las composiciones del álbum anterior. Con «Chigago Lives» la banda se reencuentra con gran parte de sus planteamientos iniciales, aunque con un sonido mucho más limpio. «Loe And Behold» y «Woman Turner» se adentran en un sonido muy similar al que por aquellos años Black Sabbath desarrollaban en temas como «Fairies Wear Boots» o «N.I.B.» y el disco finaliza con «Caesar LXXI» en un tono más psicodélico y lento que las anteriores.
A pesar de ser aquel un gran trabajo, no tuvo la aceptación del primero, quizá porque el público no aceptó una evolución en su sonido tan rápida y aún quería más de lo mismo o quizá porque era demasiado el talento que crecía en los primeros setenta para que todos pudieran llegar a lo más alto. De cualquier forma, a partir de aquí se inicia un lento declive que finaliza con la separación de la banda a mediados de la década y con un disco compuesto que no vería la luz hasta 2006 bajo el nombre de «Sir Lord Baltimore III Raw». Los dos primeros álbumes han sido reeditados en varias ocasiones de forma conjunta, con el único inconveniente que en algunas encontramos las pistas con un orden diferente al original. Nada que sirva de excusa para no hacerse con un par de discos tan exagerados y dispersos como vibrantes e intensos.
Texto: Juan Manuel Vilches
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