Aquellos jóvenes imberbes y con cara de panolis que pegaron el pelotazo en 2005, antes incluso de publicar su primer disco, se han convertido con el paso de los años en el ejemplo perfecto de esa «madurez musical» que tanto nos gusta mencionar a quienes invertimos algún tiempo en escribir o hablar sobre música. Y es que mientras compañeros de generación como Franz Ferdinand, Bloc Party o Kaiser Chiefs, (aparentemente destinados todos ellos a poner en el mapa a una Inglaterra post Blur y Oasis algo caduca) han llegado a rozar la autoparodia, la carrera de estos chavales procedentes de Sheffield aúna éxito y calidad en cada nuevo trabajo.
Como decía, Arctic Monkeys se posicionaron en el mapa incluso antes de publicar su debut de 2005, «Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not», y se salieron de él tras conseguir que éste se convirtiera en el debut más vendido durante su primera semana en la historia de la música británica. Y lo consiguieron con un disco rápido, en el que canciones que no superan los tres minutos se suceden sin pausa, en el cual no hay ni un solo estribillo memorable y en el que no necesitaron colar la típica balada semiacústica con la que nos han bombardeado bandas como Coldplay u Oasis en su día. Los Arctic basaron desde el principio su atractivo en continuar con el legado de The Libertines, coger algo del espíritu punk que arrasó musicalmente el país en su día y combinarlo con melodías puramente pop robadas de la última gran ola de ventas musicales británicas (Blur, Oasis).
Todo ello aderezado con la frescura que da la juventud y el desparpajo al micrófono de Alex Turner, enfermo de una auténtica verborrea juvenil. Por ahí fueron los tiros en su debut y por los mismos derroteros siguieron un año después con la publicación de «Favourite Worst Nightmare». Su segundo disco está lejos de suavizar su propuesta y con él ignoran de nuevo los manuales del éxito entregando un trabajo más potente (ahí está el propio comienzo del disco con «Brainstorm») y para el que han aprendido a jugar con los tiempos a la perfección (ahí dejan caer «Only Ones Who Know» a mitad de disco para echar momentáneamente el freno).
Y es tras este segundo trabajo cuando, lejos de estancarse o comenzar un declive que ya hemos visto en otras bandas mencionadas al principio del texto, el grupo amplía horizontes y se topa con la figura de Josh Homme. El cantante y líder de Queens of the Stone Age ve algo especial en estos cuatro jóvenes y se los lleva a sus estudios Rancho de Luna para grabar y producir parte de su tercer disco, «Humbug».
De esta manera los Arctic alcanzan esa madurez de la que hablábamos entregando un trabajo más pausado, oscuro y contundente, con un Turner más introspectivo y comedido. Un punto de no retorno que les va a llevar, dos años después, a la publicación de «Suck it and see», su último trabajo hasta la fecha y en el que alcanzan el equilibrio perfecto entre los pipiolos de aquel enérgico debut y los hombres que firmaron el maduro «Humbug» dos años atrás. Una evolución seria e interesante en un grupo que lo tenía todo para relajarse y disfrutar de un éxito que alcanzaron de manera prematura pero que decidió no poner límites a su sonido y que, por lo escuchado en «Do I Wanna Know?», sigue sin hacerlo.
1 thoughts on “Arctic Monkeys, siempre hacia delante”
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