Pero siempre existieron otras manifestaciones musicales que estaban en efervescencia incluso durante los años dorados de la chanson; por supuesto, existía una gran escena del jazz, en la que varios renegados afroamericanos se refugiaron tras los disturbios raciales de los …™60, había rock, sobre todo progresivo, que nada le pedía a los referentes británicos del género, pero sobre todo, había muchísimo folk, tanto de parte de cantautores que sumaban sus voces a los movimientos sociales, como de folcloristas que intentaban documentar y preservar la diversidad de sus tradiciones sonoras.
De estos segundos, destaca la cantante y multiinstrumentista Véronique Chalot. Nacida en Normandía pero educada musicalmente en París, Chalot dedicó su vida a la preservación musical de las distintas regiones del país, rescatando canciones, estructuras musicales e instrumentación de estas mismas, mostrándonos las particularidades de la música bretona, el folclor occitano, el sonido autóctono normando, el del País Vasco Francés, e incluso la peculiar tradición musical corsa.
Para su segundo álbum, «J’ai vu le loup», Chalot se enfoca en la Occitania, aunque también rescata en su último tema la canción tradicional bretona, sobre todo en la instrumentación. A lo largo de ocho tracks, ella acompaña su hermosa y hechizante voz con instrumentos como el dulcimer y el auto-harp, y especialmente el fascinante epinette des Vosges. Este instrumento proveniente de las montañas del Este de Francia pero de origen nórdico …” probablemente de los suecos que llegaron en la Guerra de los Treinta Años …” le da un sabor inconfundiblemente francés y antiguo al disco, el cual está compuesto de canciones tradicionales que se han aprendido de generación a generación durante siglos, y que gracias a preservadores como Cholet mantienen vigencia hasta la actualidad.
Para este álbum, Cholet está acompañada de un pequeño grupo de reputados músicos italianos, ya que este material fue grabado en esas tierras. Entre ellos destacan Angelo Iuorno en los instrumentos de viento, y el contrabajista Tino Nobile. Estos ejecutantes llevaban ya una larga trayectoria pero en el mundo del jazz, y muestran algunas sensibilidades jazzeras en el disco, pero si hay una influencia mayor aquí es la del progresivo, la cual sitúa firmemente a «J’ai vu le loup» en su época. Aquí hay una exploración post-psicodélica que recuerda mucho a Pentangle y a los Strawbs.
Véronique Cholet continuaría su carrera hasta el día de hoy, siempre con la misión clara de dar a conocer las ricas tradiciones del folclor musical francés, ya sea en solitario, con el Ensemble Volubilis, y con Veziana, un grupo que combina los elementos sonoros de ambos lados de los Pirineos. Debemos reconocer su valiosa labor etnográfica; gracias a preservadores como ella, aún tenemos gran conocimiento del blues del delta, de la música indígena de todos los rincones del planeta, y por supuesto, de las músicas sagradas. Véronique Cholet nos recuerda que la canción francesa actual no es más que la culminación de antiguas corrientes creativas que merecen siempre ser vistas como los monumentos culturales que son.